LOS VIDRIADOS Antes de abordar los comentarios acerca de los vidriados, es necesario aclarar que la técnica de bruñido, ese pulido que se hace a las piezas de barro al natural con herramientas de diferentes materiales, maderas, metales o huesos, fue la única alternativa que encontró el artesano para cerrar los poros y así impermeabilizar sus piezas, protegiéndolas de la trasminación del agua, antes de la aparición o descubrimiento de los vidriados. Los vidriados, como su nombre lo indica, son componentes que sirven para aplicar a la cerámica una superficie o acabado vítreo, impermeabilizando el barro, y endureciendo las piezas dándoles mayor realce. Se pueden establecer diversas categorías de vidriados, ya sea por sus colores (coloreados o incoloros), por su translucidez (transparentes u opacos), por su brillo (brillantes o mates), por su fusibilidad (con bajo punto de fusión –por debajo de 1,200° c.- o con alto punto de fusión -por arriba de los 1,200° c.-), por su tratamiento (fritados o no fritados –crudos-), por su composición química (ácido bórico, plomo, feldespato, sal, aluminio, etc.). Los vidriados son generalmente de baja fusión. Se componen de óxidos de diferentes metales que, cuando se funden con silicio, se convierten en silicatos. Así cuando se habla de un esmalte plumbífero es un silicato de plomo. Este material es el que mayormente se utiliza en la cerámica mexicana desde la época Colonial. Otros materiales que se usan para la preparación de vidriados son: el cuarzo, principal componente; el feldespato, cuyo contenido alcalínico es fundamental para la coloración de las piezas; el caolín de gran pureza y blancura que confiere a los vidriados dureza y resistencia; los compuestos cálcicos que son fundentes para la cerámica de cocción mayor a 1,100° c.; compuestos de minerales como el magnesio, plomo, boro, sodio, potasio, bario, estaño, cinc, circonio, litio, flúor, fósforo, cobalto y otros más que sirven para diversas combinaciones de dureza, transparencia, coloración, brillo, fundición, etc. Hemos de concentrarnos en los compuestos de plomo que, como dijimos, es el material más utilizado en la cerámica mexicana desde la época Colonial. Originalmente se obtenían de la galena (sulfato de plomo). Pero en la actualidad se usa el minio (plomo rojo) que mezclado con sílice produce un vidriado ligeramente amarillo. El carbonato de plomo (plomo blanco) se presenta en polvo blanco pero casi no se utiliza por ser extremadamente tóxico al inhalarlo, provocando envenenamientos crónicos. Por lo anterior se prefieren las fritas de plomo (generalmente silicatos de plomo) que son menos solubles y que se utilizan para bajas temperaturas de cocción. Las fritas se obtienen por la fusión de materiales solubles al agua como la sosa, el bórax, etc., o de sustancias tóxicas como el plomo. En el momento de fundirse con el sílice, los constituyentes solubles se vuelven insolubles y los materiales tóxicos pierden su toxicidad. No obstante esta disminución de riesgo, es conveniente mencionar que en el México actual, la Secretaría de Salud del gobierno federal publicó una norma que prohíbe el uso de este vidriado en la loza tradicional, por el peligro para la salud tanto de los productores como de los usuarios ya que se desprenden partículas tóxicas que pueden dañar la salud.
COLORES, DECORACIÓN Y ENGOBES Los colores para la cerámica se aplican a partir de óxidos colorantes y se pueden dividir en tres grupos: los pigmentos (que sirven para colorear los bizcochos -piezas en crudo- y los vidriados, así como para preparar los colores); los colores con alto punto de fusión (colores para pintar sobre esmalte crudo y los colores sobre bajo vidriado); y los colores con bajo punto de fusión (colores sobre vidriado, esmaltes y colores lustre). Los engobes por su parte, son componentes de arcillas coloreadas natural o artificialmente, que se utilizan en la cerámica tradicional de México para recubrir el bizcocho o bañarlo cuando el barro tiene impurezas o cuando está muy granoso. Un ejemplo claro de esta técnica con las características descritas es la alfarería de Tepakán, Campeche, Chililico, Hidalgo y Amatenago del Valle, Chiapas, por sólo mencionar algunas. Los engobes se pueden aplicar con brocha, mediante rociado, inmersión o pulverización. Las técnicas de decoración en la cerámica son muchas y diversas, sin embargo hemos de destacar las utilizadas en la cerámica mexicana. Las técnicas pueden ser aplicadas de manera única o pueden combinarse dos o más en una pieza. El primer elemento decorativo es, por supuesto, la forma misma y la calidad estética de cada pieza, por ejemplo en Cocucho, Michoacán, las enormes vasijas que alcanzan hasta 1.5 metros de alto, tienen como único elemento de decoración su perfección formal y las manchas negras que destacan sobre el barro rojizo, gracias a los accidentes de reducción de oxígeno en la cámara de cocción. La decoración con aplicaciones es una de las técnicas más antiguas en el mundo. Los relieves pueden ser modelados a mano o prensados en moldes de yeso o barro, y luego pegados dándole forma a la decoración misma. Una variante de ésta es la conocida en México como pastillaje, que consiste en aplicar sobre la pieza pequeños trozos de barro de diferentes formas, gusanitos, bolitas, pequeños discos pellizcados, etc. Constituye en algunos pueblos como Atzompa, Oaxaca, un auténtico arte de fino bajorrelieve. La técnica de incisión es la más común para decorar las piezas en crudo. Según el ancho de la huella, se denomina grabado, rasurado o acanalado. Se utilizan herramientas de metal o de madera según la dureza del bizcocho. Un ejemplo de esta técnica se repite con frecuencia en la escultura de profundo sabor popular de Metepec, Estado de México, en algunas piezas de barro natural de Atzompa, Oaxaca, o en los antiguos molcajetes de barro –chimoleras- de Acatlán, Puebla. Los calados son técnicas que pasaron de ser necesarias por la función de las piezas –como coladores de nixtamal- a elementos decorativos ya que se aprovechó el recurso para hacer pantallas de lámparas y esferas suntuarias con círculos calados en diferentes tamaños, por ejemplo en las piezas de “barro negro” de San Bartolo Coyotepec, Oaxaca. La técnica de decoración chorreada permite obtener resultados espontáneos y bellos, tanto con engobes como con vidriados. Los tradicionales enseres domésticos de la cocina mexicana se nutren de ellos: jarros, cazuelas, jarras, tinajas, etc. La producción abarca casi toda la República. Aunque los especialistas se refieren a los jaspeados como una técnica de decoración en el engobe o los vidriados, en Juan Mata Ortiz, comunidad enclavada en la zona de Paquimé, Casas Grandes, Chihuahua, se mezclan arcillas de diferentes colores o tonalidades sin llegar a la fusión total, lo que da como resultado un original jaspeado en el barro, que los artesanos llaman "marmoleado" por la similitud con las vetas del mármol de color.
LAS TRES REVOLUCIONES DE LA CERÁMICA Álvarez y Díaz de Cossío afirman que la cerámica ha pasado por tres revoluciones o cambios fundamentales. La primera es el nacimiento de la cerámica misma, que debe situarse entre el paleolítico y el neolítico, y que vino aparejada con importantes cambios en la vida y organización social del hombre. Fue un avance que inclusive permitió usar la cerámica más que la cestería en la protección y almacenamiento de granos durante más tiempo. Por otra parte, se inició la cocción de los alimentos con un cambio en sus hábitos para comer. Estos hechos transformaron la organización social y preparan las condiciones para el gran desarrollo que se da en el neolítico. En esta etapa todavía no se conocen los hornos, las quemas se hacen a ras del suelo en forma de fogata. Bajo esta modalidad de quema, la fogata se cubre con cacharros para concentrar el calor, pero sólo se puede quemar cuando las condiciones del clima lo permiten, de lo contrario pierden muchas piezas por falta de control del calor. Con esta forma de quema van aparejados los acabados bruñidos, las aplicaciones de pastillaje y los engobes, que como explicamos anteriormente, son decoraciones a base de tierras no vitrificadas. La segunda revolución consiste en el descubrimiento y aplicación de los esmaltes vítreos que permitieron impermeabilizar los objetos con mayor dureza y resistencia al deterioro. Los esmaltes más antiguos y más comunes son los que se hacen a base de sales de plomo y sílice. Otros elementos como el hierro rojo, el cobre y el manganeso, dan a la base del plomo coloraciones rojas, verdes o negras, respectivamente. Para comentar la tercera revolución de la historia de la cerámica, es necesario hacer referencia a los hornos en donde se queman las piezas. Los hornos permiten controlar y concentrar el calor mejor que en las fogatas, con un importante ahorro de combustible. Los más antiguos son hechos generalmente de adobe, y tienen una cámara inferior en donde se coloca leña como combustible. La cámara está construida a base de arcos, mismos que sostienen las piezas que se van a quemar y que se encuentran aisladas del exterior por las paredes del horno. La cerámica quemada en estos hornos es la denominada de “baja temperatura”, y los niveles de la misma oscilan entre los 600 y los 850 grados centígrados. La cerámica vidriada requiere dos quemas, la primera para endurecer el barro, y la segunda para fijar el esmalte o la decoración. Por otro lado hay que mencionar que la aparición de los hornos denominados “de botella”, introducidos a España durante la dominación árabe, fue la más importante aportación a la cerámica en su época. Una vez explicado lo anterior, hemos de dar paso a la tercera revolución de la cerámica, aquélla que utiliza en la quema temperaturas superiores a los 1,200 grados centígrados. Este tipo de cerámica, denominada en México de alta temperatura, también es conocida en otros países como “stoneware”, “stainware”, “gres de gran fuego” o “seki toki”, fue inventada, como ya dijimos, en el Lejano Oriente –China, Japón y Corea- hace más de dos mil años. Requiere que las piezas sean de pastas cerámicas con altos contenidos de sílice, feldespatos y caolines que se endurecen con el calor, alcanzando en ocasiones una dureza mayor a la del acero. En el caso de estar vitrificadas o esmaltadas, estas piezas son resistentes a los abrasivos, a la acción de los ácidos y totalmente impermeables. En México, ya en pleno siglo XXI, se sigue trabajando con múltiples variantes en la producción de cerámica: sin esmaltes, bruñidas y esgrafiadas y con esmaltes a base de sales de plomo; con quemas a ras de suelo, con hornos de tipo árabe, con hornos de altas temperaturas y pastas adecuadas para los mismos.